Un fantasma recorre los pasillos de la Academia


Un fantasma recorre los pasillos de la Academia *





Desde distintos lugares y por diversas razones, vemos que la educación artística está siendo cuestionada. Crecimos con la idea de que la universidad albergaba el conocimiento universal, que en su seno había cabida para todas las formas del conocimiento y que se fomentaba por igual, cualquier disciplina que ayudara a tener una mejor y más completa interpretación del mundo. Actualmente, y probablemente por el endurecimiento de las políticas culturales, vemos una tendencia a forzar el comportamiento de una disciplina eminentemente cualitativa para que  responda con indicadores cuantitativos que puedan justificar su existencia.



Con la intención de incidir en el estado actual de la educación artística, hemos trabajado a distintos niveles en instancias como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, el Programa para el Mejoramiento del Profesorado y la Secretaría de Educación Pública, donde se ha logrado que algunos criterios de evaluación para el área artística sean modificados y la dupla creación-investigación pueda ser considerada. Paralelamente, hemos participado en foros nacionales e internacionales sobre educación artística donde hemos comenzado a esbozar nuestras inquietudes. Hemos iniciado una decantación de las ideas para delimitar una ruta crítica de trabajo preguntándonos, qué nos interesa, por qué nos interesa, cuáles son los puntos de conflicto, cómo los podemos atender, y cuáles son los resultados que esperamos.



Es cierto que esta problemática no se presenta de la misma manera en los espacios donde el arte está presente y por ello creemos importante señalar que antes de iniciar cualquier debate, debemos distinguir quiénes son nuestros interlocutores. Primero, debemos especificar de qué nivel de educación artística estamos hablando (maternal, medio, superior, posgrado). Segundo, para qué circuito planteamos la educación artística (casas de la cultura, centros de las artes, escuelas privadas independientes, universidades públicas). Tercero, a qué tipo de educación artística nos referimos. (visuales, escénicas). Cuarto, qué tipo de educando queremos formar (intérpretes, creadores). Estas pueden ser algunas de las interrogantes que surgen cuando hablamos de educación artística y que deberían aclararse antes de iniciar cualquier intercambio de ideas. Sin embargo, y por lo general, aspectos como los mencionados se dan por sentados y sucede que cada quien habla desde su propia experiencia, convencido de que la especificidad de su área es un problema universal. Pero resulta que los intereses y problemas particulares no necesariamente son del interés general. Las artes y los artistas se manifiestan de muy variadas maneras, y por ende las políticas y programas educativos deben estar diseñados tomando en cuanta esas diferencias. Por ejemplo, y en nuestro caso particular, estamos trabajando a nivel superior (licenciatura y posgrado), en y desde una universidad pública, en el área de artes visuales y con la intención de formar productores artísticos: esta es la plataforma desde donde estamos actuando.



Con el correr de los años nuestra actividad se ha visto resquebrajada, sacudida por la equivocada idea de que el arte como objeto de estudio y la producción artística pueden ser lo mismo. La confusión ha llegado a tal grado, de que muchas veces el propio medio artístico al interior de las universidades no sólo no distingue esta diferencia, sino que además se esmera en adaptar y cambiar la especificidad de la disciplina para que quepa en la institución, al punto, inclusive, de traicionar el sentido mismo de la propia producción artística. La teoría y la historia por un lado, y la creación por otro, son formas muy distintos de vincularnos con el campo artístico. No es lo mismo enseñar para interpretar o entender el arte, que enseñar para producir arte, y como no es lo mismo, tampoco pueden ser tratados como lo mismo. Ante esta situación y como ha sucedido en otros momentos de la historia, el artista ha reaccionado y su actitud se ha visto reflejada en una creciente participación en los procesos de enseñanza, tratando de incidir para que éstos se inserten de mejor manera en las estructuras educativas de la sociedad contemporánea.



Nos hemos involucrando en la redefinición de la educación artística y hemos hecho del proceso educativo una extensión del proceso creativo. Estamos convencidos de que debemos aprovechar la presencia de la educación artística en la academia y que ello representa un reto al que debemos responder creando nuevas herramientas para su enseñanza y evaluación. En vez de forzar a la educación artística a adaptarse a los lineamientos de otras disciplinas, debemos desplazar la interrogante “qué es o qué no es”, a la pregunta “qué más puede ser”. Los problemas derivados de aspectos subjetivos, cualitativos, en parte de las ciencias sociales y en mucho del arte, no se resuelven objetivándolos o cuantificándolos, ya que es precisamente esa subjetividad o cualidad lo que hace que el arte sea arte. Entonces, ¿por qué no diseñar nuevas herramientas y procedimientos para lograr una mejor inserción de la educación artística en el campo universitario?



Con mayor frecuencia, en conversaciones informales, encuentros y coloquios, y como si se tratara del agua y del aceite, aparece la palabra investigación enfrentada a la palabra creación. Tal dicotomía resulta ser un falso dilema que ha llevado a proponer modelos y reglas incuestionables que, en la mayoría de los casos, actúan de forma negativa sobre los procesos de creación artística. Debemos reflexionar acerca de las particularidades que asume la investigación en el arte y destacar algunas diferencias con las ciencias exactas y/o las ciencias sociales, para que a partir de ahí podamos construir nuevos caminos en el terreno de la educación artística universitaria e incidir tanto en el alumnado como en los docentes y en la forma en que ambos debemos interactuar con los modelos tradicionales. Con el afán de establecer un punto de arranque, quisiéramos poner sobre la mesa dos ideas que nos parecen importantes y que nos pueden ayudar a entender en parte la especificidad de los procesos de creación artística.



Por costumbre, y no sé si en el fondo sea simplemente eso, se habla de procesos teórico-prácticos de investigación. Cuando utilizamos este binomio no lo hacemos simplemente con el afán de combinar dos palabras, por lo general en esta combinación establecemos también una relación jerárquica y de procedimiento en la investigación. ¿Por qué no hablar en cambio de procesos práctico-teóricos? El simple hecho de invertir las palabras nos crea una afinidad cuasi natural con el proceso creativo. La producción de cualquier obra artística conlleva un proceso de investigación, pero normalmente éste no se da en el tránsito de lo teórico hacia lo práctico, sino de lo práctico hacia lo teórico. Proponemos por tanto, insistir en este último flujo cuando pensemos en los procesos creativos en el arte.



Otro punto importante en la producción artística es la metodología que utilizamos cuando desarrollamos una obra. Podríamos decir que ésta es otra de las grandes diferencias que se  establecen entre el arte y las ciencias sociales y exactas. Es my difícil que el artista se sujete a metodologías y procesos de trabajo que le son ajenos (de hecho, es la metodología lo que define precisamente al artista y es lo que lo diferencia de otros artistas –el mal llamado estilo); la metodología de un artista es, la mayoría de las veces, personal, individual, propia, única. El interés de un artista no es demostrar sino mostrar, y a riesgo de ser esquemático, podría decir que mientras las ciencias buscan respuestas universales a problemas específicos, el arte genera preguntas individuales (la del artista y los espectadores) a partir de problemas universales.



Si bien es cierto que el funcionamiento del arte, que debería entenderse más cómo sistema que como estructura, es distinto al de las ciencias en los dos aspectos arriba mencionados (los procesos y la metodología), ello no significa que no pueda haber generación de conocimiento a partir de la experiencia artística. Más bien, habría que puntualizar que el procedimiento para generarlo y el tipo de conocimiento que se genera es otro, y que es aquél que no puede ser tocado por la ciencia. Estamos interesados en invertir el binomio teoría-práctica, porque hasta estos momentos el simple hecho de hablar de procesos teórico-prácticos ha implicado una relación jerárquica, definida desde la teoría y que inevitablemente subordina la praxis a las ideas (como si se tratase de una separación entre trabajo manual e intelectual). Creemos que la inversión de estos conceptos, anteponiendo lo práctico a lo teórico, reconstruye el proceso natural que el artista sigue cuando produce una obra. Lo que buscamos entonces es muy simple y es diseñar un conjunto de herramientas que nos permitan fortalecer los procesos práctico-teóricos en la enseñanza artística, y los programas educativos en los que estamos trabajando resultan ser una de las herramientas más importantes para fortalecer estos procesos.





Gerardo Suter




* Desde el año 2010 el Cuerpo Académico Consolidado Investigación Visual Contemporánea, ha incluido La educación en las prácticas artísticas contemporáneas como una de sus líneas de generación y aplicación del conocimiento, y se ha interesado por redefinir el concepto de investigación en el terreno de la creación artística con el propósito de ubicarlo adecuadamente en el espacio de las universidades públicas. Creemos que la problemática de la enseñanza artística no ha sido abordada adecuadamente en México y vemos indispensable reflexionar sobre ella en estos momentos en los que esta disciplina aparece como opción educativa en más universidades a nivel licenciatura y posgrado. El Cuerpo Académico Consolidado Investigación Visual Contemporánea se une así a una discusión que desde hace ya varios años se da en la arena internacional de las escuelas de arte. Este texto fue leído en el marco de la Reunión Nacional de Escuelas y Facultades de Arte, en Los Belenes, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, en Cuernavaca el 8 de abril de 2011.

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